Traitors Solo exhibition at Galeria Pepe Cobo, Madrid

Traidores by Diango Hernández. Hoy soy traidor, mañana seré héroe y el día después, las piedras no alcanzarán para monumentos o para ser lanzadas sobre mi cuerpo. Quién ha sido el maestro que ha creado todo este plan? Quién me ha partido en dos? Quién a convertido el mar en lava? Traidor él, traidor su plan y sus cómplices. La muestra “Traitors-Traidores” en Galería Pepe Cobo explora la fragilidad política del concepto Traidor y presenta el intelectual como un traidor por principio, un individuo comprometido con un grupo de verdades personales que no abandonara hasta las últimas consecuencias, el enfrentamiento con el poder y los poderosos nos convierte irremediablemente en instrumentos políticos listos para ser usados y juzgados, mas allá del perdón existe una recompensa mayor, el olvido.

Un grupo de muebles pertenecientes a un living room (mesa, sillas, espejo, butaca, etc.) están todos cortados a la mitad, ambas mitades se encuentran sostenidas por cables eléctricos que penden del techo, entre ambas mitades hay un espacio por la cual el espectador podrá caminar, la instalación estará acompañada por un grupo de dibujos donde se podrá ver “Techos flotantes” de diferentes casas. Esta pieza en su totalidad reflexiona acerca de la separación, el exilio, la fragmentación de el todo en partes que aún se sostienen pero que incompletas no pueden funcionar en su totalidad.

Una escribanía vacía, sobre ella una chimenea metálica se erige precariamente convirtiendo la escribanía en un objeto absurdo pero con un significado preciso (una pequeña fabrica), la chimenea esta sostenida por cuatro cables que van desde ella hasta cuatro puntos del espacio, dividiéndolo racionalmente. En este espacio y perteneciente a la pieza antes descrita habrá una video protección que presenta “La rosa de la canción protesta” (la misma de la invitación, pero fiel al original) que constantemente gotea “sangre” desde la espina, la acompaña “Bebe de mis rosas” pieza musical al piano compuesta por el compositor cubano Ernesto Lecuona. Sobre la escribanía hay una nota que dice, “nosotros producimos mas traidores que rosas”.


Living Room Partido por Virginia Torrente

“Producir cambia y trastorna el significado, cuestionando la utilidad de las cosas. Incluso cuando un objeto ve eliminadas sus características originales y se utiliza fuera de contexto, sigue mandando señales potenciales de subversividad”, nos dice el artista. La resistencia surge de la creatividad y viceversa en la obra de Diango Hernández.

Living room partido es una instalación que comprende una habitación entera donde todos los elementos, perfectamente ordenados y simétricos, están cortados por la mitad: mesas, sillas, lámparas, un televisor y dos máquinas de escribir, cuyas teclas componen en una la palabra “traidores”. No hay palabra más ligada a Revolución que la de su enemigo, el Traidor… “El artista debe ser un traidor, alguien que siempre va en contra de las reglas sociales, las expectativas políticas de poder y las convicciones estéticas del espectador”, dice Diango Hernández.

En la pieza no aparecen elementos exóticos de ningún tipo, nada que pueda dejar lugar a la fantasía, sino simplemente objetos que pertenecen y hacen referencia a unas pautas sociales e históricas. Es la reutilización de los objetos cotidianos de la manera más alejada posible a como lo hizo Duchamp, y de la manera más cercana posible a como lo hacen los cubanos en su vida diaria… Por necesidad creativa, por supervivencia, puro reciclaje, y además formulando unas metáforas ineludibles, poéticas pero con un sentido de utilidad. “Quise presentar estos objetos como resultado de la inventiva de la gente que tiene que sobrevivir”.

Esta obra en su totalidad reflexiona acerca de muchas cosas, como son la separación y el exilio, siendo su fragmentación símbolo de cómo las piezas cortadas de pueden sostener, pero no pueden funcionar bien, están apenas sujetas por alambres… ¿Es la revolución alargando su agonía lo que podemos ver en Living room partido?

Cuba está siempre presente en la memoria y en la obra del artista, pero como un lugar borroso, defectuoso, clandestino, reutilizado y generador de frustraciones. “Quiero hacer que el silencio de la historia hable y demuestre un cambio de sus significados codificados. Es un poco como mostrar el poder de la imaginación, la venganza de situaciones imposibles”, nos explica Diango Hernández.


DIANGO HERNÁNDEZ, EL ARTISTA DEMEDIADO por Mariano Navarro, 2006

Diango Hernández nació en la ciudad de Sancti Spiritus, en Cuba, en 1970, el mismo año que Castro lanzó dos de las más desastrosas aventuras de su ya interminable mandato: la siembra de café, “que haría que la isla fuese tan cafetera como Colombia”, y la zafra de los diez millones de toneladas de azúcar, que concluyó con el hundimiento de la ya muy castigada economía nacional. El 26 de julio de aquel año propuso a sus adeptos reunidos en la Plaza de la Revolución su cese como primer ministro, pero le gritaron ¡No renuncies!, y ahí sigue, treinta y seis años después, sometiendo al país a la dictadura de la carencia absoluta de lo imprescindible, sea esto libertad o sea alimento.

Comprometido civil y políticamente, Hernández desempeña su trabajo en Düsseldorf, en Trento y en La Habana, y, tanto en las obras firmadas por el Gabinete Ordo Amoris –formado por Hernández y Francis Acea (La Habana, 1967), del que tuvimos noticia en 2002, en la muestra Atravesados de la Fundación Telefónica– como individualmente, uno de sus objetivos prioritarios y fundamentales es afrontar, desde un mismo plano ético y desde una distancia equiparable, la situación histórica del presente cubano y el presente, también, de las situaciones generadas por la historia reciente del capitalismo globalizado.

La mera descripción de sus piezas remite de inmediato a la idea que las convoca. La Taxi-limosina, fabricada con tres coches Lada rusos que compraron en Polonia, para unirlos y construir una limusina de más de seis metros de longitud, convertida en taxi colectivo de lujo, en cuyo techo se colocan bultos y maletas atados con una cuerda, expuesta en Atravesados. La instalación en el Project Rooms de su galería en ARCO 2005, Palabras –incluido por Rosa Martínez en el Aperto de la Bienal de ese mismo año–, que aborda las tensas relaciones cubano-norteamericanas, desde la metáfora del poste eléctrico derribado (“la electrificación fue el más importante de los planes económico-estratégicos de Lenin para los países socialistas, tenía una misión importante, llevar a los lugares más lejanos la industria de la propaganda”, dice Hernández), y los símbolos de las banderas y los himnos nacionales, los monumentos y sus transformaciones ideológicas, hasta su dilución vertiginosa en un tráfago que es una mezcla de tragedia y demagogia. Y ahora, las dos instalaciones que muestra, Living room partido y Bebe de mis rosas, especialmente la primera, una habitación partida en dos, mesas, sillas, lámparas, un televisor, etc. cortados, y dos viejas máquinas de escribir, cuyas teclas componen en una la palabra “traido – es”; mientras la otra presenta en una hoja el sustantivo escrito y en las paredes cuelgan, en papeles sajados, dibujos de extraños artilugios que pensamos domésticos.

Cuarenta y cinco años antes de que naciese Diango lo hizo, en Santiago de las Vegas, Cuba, el escritor Italo Calvino, autor de un cuento, incluido en la trilogía Nuestros antepasados, cuyo protagonista, Medardo de Terralba, fue partido en dos por un cañonazo de los turcos, llevando, desde entonces, sus dos partes vida independiente. Buena hasta lo insoportable la una, mala hasta la exasperación la otra, no hayan satisfacción, ni tampoco el lector, hasta que la fuerza del amor vuelve a unirlas y Medardo conoce la sabiduría que proporciona la extraña reunión del bien y el mal sin que ninguno sea más identificable que el otro. “¿Quién me ha partido en dos? –se pregunta Diango Hernández–, Traidor él, traidor su plan y sus cómplices?”

El vizconde demediado quizás tenga su reflejo o su doble final en Bebe de mis rosas, en la que sobre una escribanía vacía, alumbrada por una solitaria bombilla y de la que emerge una chimenea, y contra el fondo de la canción del maestro Lecuona del mismo título, sangra la rosa de la canción protesta y aparece una nota: “Nosotros producimos más traidores que rosas”.